Nuestro sistema digestivo alberga varios millones de millones de organismos vivos (bacterias, virus, levaduras) con los cuales vivimos en simbiosis. Este ecosistema se llama microbiota intestinal, o flora intestinal.
Estos microorganismos, invisibles para el ojo humano, son imprescindibles para la salud y para sostener ciertas funciones de nuestro organismo. ¿Pero porque estas bacterias proporcionan tantos beneficios a nuestro cuerpo? ¿Cuáles son los roles de la microbiota intestinal?
Representa por sí sola una media de entre 1,5 y 2 Kg de bacterias en el caso de un adulto sano, es decir más de 100 millones de millones de bacterias.
Por tanto desde una perspectiva científica, el ser humano está compuesto en mayor medida por bacterias que por células humanas.
Efectivamente, llevamos en nuestro organismo 10 veces más bacterias vivas que células humanas. Además de su cantidad, este ecosistema se caracteriza por su gran diversidad, ya que incluye más de 1000 especies. Constituye un verdadero órgano que interactúa con otros órganos como el cerebro. Además, es capaz de secretar hormonas e incluso de tomar decisiones sin pasar por el cerebro.
Las colonias bacterianas se desplazan a lo largo de nuestro tubo digestivo. En realidad, el intestino delgado contiene especies bacterianas que son principalmente transitorias y que proceden esencialmente de nuestra alimentación. La mayor densidad bacteriana se encuentra sobre todo en el colon, situado entre el intestino delgado y el recto. De hecho, se compone en gran parte de una flora residente.
La composición de la flora intestinal varía según los individuos. De hecho, cada persona desarrolla su propia microbiota desde su nacimiento. A estas alturas, sabemos que el modo de parto (por vía vaginal o cesárea) influencia directamente la naturaleza y la diversificación de la flora microbiana del recién nacido.
La microbiota intestinal llega a su estado de madurez a la edad de 2 o 3 años. De hecho, el tipo de alimentación tiene un impacto directo sobre la calidad y la cantidad de especies bacterianas. Por eso, se considera la microbiota intestinal como una huella digital propia de cada individuo. Sin embargo, algunos géneros como las bifidobacterias y los lactobacilos son comunes al conjunto de los humanos y actúan sobre funciones vitales para el organismo.
Hoy en día, sabemos que entre un 60 y un 70% de nuestras células inmunitarias se encuentran en el intestino. La microbiota sirve para la maduración y la estimulación de las defensas inmunitarias. Al cubrir las células epiteliales de la pared intestinal, nuestra flora garantiza la integridad de la barrera intestinal e influye sobre la permeabilidad del intestino. Por tanto, lucha contra la colonización de las bacterias patógenas. De esta forma, la microbiota intestinal tiene también un papel de escudo contra los agentes patógenos.
Mantener el equilibrio de la comunidad bacteriana permite entrenar el sistema inmunitario. Hace posible la maduración del sistema inmunitario.
Finalmente, las bacterias de la flora intestinal también juegan un papel de prevención de las alergias. Hay un vínculo entre la composición de la microbiota y el desarrollo de alergias, especialmente en el caso de los niños.
Primero, nuestra microbiota está involucrada en la digestión. Efectivamente, nuestras enzimas no pueden por sí solas digerir íntegramente los nutrientes que ingerimos. Ahí es donde las bacterias toman el relevo y actúan sobre los carbohidratos y las proteínas, pero también sobre el metabolismo de los lípidos. Algunas contienen enzimas capaces de llevar a cabo la digestión de nutrientes como una parte no digestible del almidón, los azúcares complejos y las fibras alimentarias. Estas fibras que sirven como sustrato (de alimentación) para las bacterias intestinales se llaman fibras prebióticas.
Las bacterias permiten entonces producir diversos alimentos nutritivos como los ácidos grasos de cadena corta que luego están absorbidos y utilizados por el organismo anfitrión. De esta manera, consiguen la energía necesaria para su crecimiento.
Los roles de la microbiota intestinal van más allá. Además de sus funciones digestivas e inmunitarias, influye en la regulación del apetito, así como de la producción de vitaminas B y K.
Gracias a los avances de los estudios científicos, se van descubriendo nuevas funciones constantemente. Por ejemplo, sabemos que existe un vínculo entre la microbiota intestinal, el cerebro y la salud mental. Es por este motivo que nuestro intestino se llama también nuestro segundo cerebro. El sistema nervioso central interactúa de forma permanente con el tubo digestivo.
Asimismo, se han descubierto otras microbiotas que no sean la microbiota intestinal. Por tanto, ya distinguimos la microbiota vaginal, la microbiota cutánea, la microbiota orinaría, la microbiota respiratoria y otorrinolaringológica. ¡Estamos solo en el inicio de la revolución de este gigantesco ecosistema!
Por estos motivos, el equilibrio de esta flora microbiológica es fundamental para nuestra salud. Una alimentación rica en probióticos y prebióticos y con un suplemento de fermentos lácticos (con cepas Lactobacillus, Bifidobacterium…) es una buena manera de preservar los diferentes roles de la microbiota intestinal, pero también de la flora bucal, vaginal y cutánea.